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Heredero, junto a su par Chacarita, de los territorios jesuíticos que se expandían en el noroeste del casco urbano porteño, aún a fines del siglo XIX utilizados como campos de recreo vacacional para los estudiantes del centro, y que hasta no hace mucho todavía albergaban predios de diversas instituciones deportivas, Colegiales sufre hoy los males derivados de un avance constructivo sin miramientos y la consiguiente pérdida casi total de aquellos terrenos abiertos. Hacia finales de los años setenta, la Dictadura puso en marcha en nuestro barrio una operación de enajenación de tierras públicas en gran escala que todos los gobiernos siguientes no hicieron sino continuar. Así, so pretexto de “urbanización”, una irreflexiva cuadrícula de calles suprimió las antiguas continuidades territoriales, se parcelaron predios ferroviarios -e incluso plazas públicas ya existentes-, y dichas parcelas fueron discrecionalmente concesionadas o malvendidas, cuando no alegremente regaladas o usurpadas, dando lugar a la edificación de una iglesia, una universidad privada, una planta televisiva, playas de estacionamiento, depósitos industriales, talleres, comercios, un dudoso "círculo de amigos" y hasta una abominable Estación de Transferencia de Basura (CEAMSE) donde se concentran los desperdicios generados por veinte barrios de la Ciudad de Buenos Aires.

Paralelamente, sucesivas modificaciones en el Código de Planeamiento Urbano (la última data de 2007) dieron vía libre a la construcción de decenas de miles de viviendas, todo lo cual se traduce en el hecho de que, con una población que ya en el año 2001 alcanzaba los 57.000 habitantes, estemos hoy en presencia de uno de los barrios con mayor tasa de hacinamiento demográfico de todo el país. En efecto, sus 25.000 habitantes/km2 (2001) constituyen un caso único entre los integrantes de la segunda corona barrial de Buenos Aires, sólo comparable a las situaciones más extremas (Almagro, Caballito, Villa Crespo) de la primera corona. El “verde” Colegiales que aún persiste en el recuerdo colectivo (y en el márketing de no pocas inmobiliarias) es hoy, en realidad, una nostalgiosa fantasía, un ejemplo radical y contundente de en qué medida se puede dilapidar un precioso capital de suelo urbano para solo lucro de algunos grupos de interés. El legado de los jesuitas se reduce a una escandalosa proporción de 0,7 m2 de espacio verde público por habitante con tendencia decreciente, y a un déficit estimado –según los estándares internacionales- de entre 80 y 100 hectáreas de parque barrial faltante.

Ante semejante panorama no sorprende que, en las últimas dos décadas, los movimientos vecinales hayamos identificado como tarea central de nuestra lucha detener ese avance sobre espacios libres remanentes, elaborando planes de recuperación factible cuya implementación beneficiará, en términos de infraestructura ambiental, no sólo a Colegiales sino también a una considerable porción de la ciudad. El esfuerzo hasta ahora fue mucho y de muchos, y los logros, si bien acotados – la creación de la Plazoleta Bollini, la recuperación y próxima parquización de 7000 m2 que usurpaba un canal de televisión, la ya comprometida reforestación y apertura de otros 4000 m2 junto al Mercado de Pulgas-, nos instan a no claudicar. 

Nuestro principal proyecto de saneamiento urbano es el Parque Comunal Colegiales. Anclado en una puesta en valor del edificio de la Estación y sus adyacencias, aprovechando la totalidad de las superficies aún libres remanentes de antiguas trazas y playones ferroviarios, y recobrando las características diagonalidades y curvaturas que todavía subsisten bajo cuadrículas impuestas por la “urbanización” videlista, proponemos desarrollar una continuidad de corredores parquizados y áreas verdes extensivas (Colegiales Norte y Sur) que abarque desde el Mercado de Pulgas hasta la Plaza Portugal. 

La concreción del Parque Comunal, reclamada desde los años noventa por los grupos vecinales de Colegiales y ya parcialmente en instancia legislativa, aportará 20 hectáreas de superficie verde de escala interbarrial para uso diario de los habitantes de nuestro barrio, Belgrano, Palermo, Chacarita y Villa Crespo. A la vez implicará el debido cierre de la Planta de Transformadores de la empresa Edenor, hoy ilegalmente emplazada en un predio UP (Urbanización Parque), así como el traslado de la Estación de Transferencia de Basura de la CEAMSE: dos lastres ambientales cuya presencia altamente contaminante resulta inconcebible en medio de un tejido que ha alcanzado tal concentración residencial. Además, la detención del avance constructivo sobre los últimos restos de terreno vacante permitirá resguardar, justo en la cresta divisoria de aguas entre las cuencas de los arroyos Vega (Belgrano) y Maldonado (Palermo), una valiosa franja de suelo permeable y forestable, factor decisivo para la sustentabilidad hídrica de Buenos Aires.

Finalmente, el Parque Comunal rescatará para el uso público de todos los ciudadanos la herencia secular que dio origen y carácter a nuestro barrio: el verde de horizonte despejado que legaron los jesuitas, que más tarde supo preservar el ferrocarril, y cuyas funciones urbanas de reserva ambiental y convergencia recreativa atravesaron los siglos, haciendo de Colegiales lo que fue y quiere ser.